Friday, September 19, 2008

El Orfanato de Lady Spanker (capítulo 5)

Nico atendió el teléfono y escuchó la adorable y dominante voz de su Dueña y Señora, ordenando claramente: "Ven para acá AHORA MISMO, mi chiquito...".

Nico se dio un baño, se vistió apuradamente y corrió a la peletería: recordaba aún cuánto se había enojado con él su adorada Reina aquella vez que él la había ido a visitar sin una ofrenda. Encontró un exquisito tapado de visón negro brillante, de un corte especial que resaltaría la espectacular silueta de la bella dominadora, lo pagó sin chistar (aunque empezaba a preocuparle cómo había menguado su fortuna desde que tuvo la suerte de convertirse en el chiquito oficial de Lady Spanker) y luego, con la respiración entrecortada y algo atermorizado por llegar tarde, tocó el timbre de la Mansión Spanker.

-A ver, chiquito, llegó mi novio, así que bájate de mi falda, ¿mmmhhh? -dijo la Justiciera en cuero, para luego dirigirse a Nico: -Estaba enseñándole buenos modales a este chiquito, que se estuvo portando muy mal, ¿sabes?

Luego, la hermosísima mujer se incorporó en toda su imponente altura y se acercó a Nico, que le tendía humildemente su regalo y esperando sus demandas habituales. Sin embargo, para su sorpresa, la bella Lady Spanker lo recibió con el beso más sensual que le había dado en su vida, metiéndole la lengua hasta la garganta, apretándolo contra sus senos y restregándose contra él como una gata en celo, mientras sus manos enguantadas lo acariciaban en zonas que él ni imaginaba tener. Luego, tomándolo de la mano, lo llevó hasta su trono y lo sentó a su lado.

Bruno, apenas saliendo de su desmayo y con el cuerpo quebrado por el dolor, sintió un nuevo tipo de sufrimiento: el de los celos. Sin embargo, era consciente de que por su rango e inferioridad junca podría ser considerado por su Reina como algo más que un huerfanito y un protegido, aunque hay que decir que el novio de la Señora no parecía digno de ella: menudo, lampiño de aspecto virginal e inocente -tal como le gustaban sus chiquitos a Lady Spanker- podría haber pasado por otro insignificante habitante de su orfanato. Cojeando, decidió retirarse discretamente.

-No te vayas, mi cielo -lo detuvo fríamente Lady Spanker-. Quedate sentadito frente a nosotros... Tal vez te necesite...

Bruno obedeció y se sentó frente a su Reina y su novio. La bella mujer se dedicó a apretarse a su chiquito Nico como nunca lo había hecho, a un punto que éste no atinaba a hacer nada, recibiendo el amor de su Ama con una mezcla de miedo y una excitación desconocida. Manipulando su cuerpecito de las formas más atrevidas, Lady Spanker gemía y lanzaba risillas sensuales, mientras metía su mano en la bragueta de su chiquito sin el menor pudor, recorriendo su pajarito, jugueteando con sus bolitas, apretando con un dedo el naciemiento de su bolsita para estimularlo insoportablemente y lo mordía en la boca y el cuello, cubriéndolo de rouge, o, luego de bajarle los pantalones con violencia, metía jueguetonamente su índice enguantado en su agujerito. La hermosísima mujer, con su lujuria desatada no se privaba de ninguna de sus crueles expresiones de afecto, clavéndole las uñas y envolviéndolo con una de sus piernas hasta hundirle el taco en la pantorrilla, cubrirlo con una bocanada del humo de su cigarrillo, abofetearlo mientras le ordenaba ser un chico obediente, o inmovilizarlo de espaldas, manteniéndolo prisionero de un brazo y clavándole voraces dentelladas en la nuca hasta hacerlo sangrar y derramar lágrimas.

Nico no podía creer la suerte ni el increíble placer al que estaba siendo sometido, y sin embargo no era a él a quien iba dirigido este honor, ya que en la bella Dominadora no dejaba de espiar de reojo a Bruno, lanzándole una mirada cómplice y perversa, que servía tanto para decirle "mira todo lo que le hago, mi chiquito, me encanta manosear a mi noviecito, tanto como te he manoseado a ti, ¿ves cómo lo domino y cómo lo lastimo sin la menor consideración? Mmmhhh, apuesto a que matarías con tal de estar en mis garras..." como para deleitarse en las lágrimas de celos y furia que surcaban el rostro del pequeño. Éste intentaba desviar la vista, pero su dueña lo obligaba a mirar nuevamente chasqueando sus dedos, o de un taconazo en la mejilla. Y si descubría que éste intentaba divagar, tenía para él algún gesto de cariño para atraer su atención, como arrojar ceniza sobre su pelito con dos golpes de índice en su boquilla.

Por otra parte, Bruno hervía de emociones: Los celos lo consumìan y la tristeza parecía roerle las entrañas, pero sin embargo no podía dejar de sentirse increíblemente excitado ante lo que estaba viendo. No era para menos, ya que el espectáculo de su Dueña abusando, manoseando y atormentando a su chiquito oficial era increìblemente erótico; esto lo confundía aún más, pero lo salvaba de la locura el Completo Dominio que Lady Spanker ejercía sobre él. Entre toda su angustia y sus sensaciones, subsistía con claridad que TODO LO QUE DECIDIERA SU REINA ESTABA BIEN. Y que si Ella era feliz, el debía, sino ser feliz -porque también estaba claro que la felicidad de su adorada Señora consistía en atormentar a sus chiquitos- por lo menos aceptar la situación sin chistar.

Un taco aguja de Lady Spanker le cruzó la cara, sacándolo de sus reflexiones. La bellísima Señora estaba haciendo un alto en su festín para retocarse el rouge (aunque se veía perfectamente delineado como siempre), mientras el Sr. Nico -que cubierto de lápiz de labios, arañazos, mordidas, moretones y la ropa hecha jirones parecía haber sido atacado por una tigresa- se abrazaba desesperadamente a ella por atrás y le besaba el cuello y los hombros con la adoración y pasión de un perrito excitado (aunque la hermosa justiciera ni se daba por enterada de estos mimos). Con voz indiferente y ronca, le ordenó mientras se contemplaba a sí misma en su espejito de mano: "Mi cielo, sé bueno y ve a trarnos champagne, mmmmhhh?", culminando su demanda con otro taconazo en la frente.

Bruno fue corriendo, algo más contento de poder satisfacer a su Dueña de alguna forma. Lo alivió por unos minutos no contemplar a su Amada inalcanzable cubrir de besos al Sr. Nico, aunque también se sentía desgarrado por separarse de Ella. Tomó una botella de la heladera y volvió lleno de ansiedad, reflexionando que servir en algo a su Dueña era un pequeño motivo de felicidad.

Cuando llegó, sin embargo, toda su felicidad se derrumbó. No, Lady Spanker no seguía manoseando al Sr. Bruno, ni tampoco había ido "más allá" (uno de los temores del muchachito): La Bella justiciera se hallaba con las piernas sensualmente cruzadas, y su novio estaba arrodillado en el piso, chupando desesperadamente, como el más dulce de los caramelos, el tacón que Ella dejaba colgando graciosamente.

Lady Spanker se divertía, con expresión perversa y risueña, metiendo y sacando el taco de la boca de su chiquito una y otra vez, lo que sin duda debería dolerle al Sr. Nico un poco, a juzgar por las lágrimas de dolor que le surcaban las mejillas. Esto no impedía que el Sr. Nico intentara lamer el divino taco con adoración y gula, tratando de atrapar el bello pie enfundado en cuero con sus manitos. "Que quede reluciente, mi tesoro", sugería la bellísima mujer, "O me enojaré MUCHO contigo..."

Bruno sintió como si algo lo atropellara. Que su Reina le fuera infiel era natural y aceptable. Que rebajara a su novio a una posición más humilde y servicial que la de él le resultó increíblemente doloroso. Furioso, se lanzó sobre el pie de su bellísima Ama, empujando a su rival con violencia y comenzó a lamerlo y chuparlo con desesperación. Nico, sin registrar la presencia de su enemigo, forcejeó con él fuera de sí para apoderarse del taco con sus labios.

Lady Spanker sonreía, llena de deleite, sintiendo las lengüitas de sus dos minúsculos esclavos peleando por sacarle brillo a su taco aguja. La sensibilidad de la hermosa mujer en sus tacos era tan grande que cinco arrebatadores orgasmos se sucedieron en su interior, de los que alardeó con altivez sin dejar de fumar sensualmente y contemplando su rostro perfecto en su espejito de mano. Luego jugó un rato elevando su pierna unos quince centímetros, dejándola fuera del alcance de sus adoradores, que saltaban desesperados intentanpo alcanzar su taco con la punta de la lengua. Lady Spanker reìa encantadoramente con el espectáculo.

Entonces, cuando la bella Dominadora empezó a preocuparse -se sentía demasiado satisfecha- sus dos chiquitos, locos de ira, le dieron la oportunidad de exhibir su divina cólera. El mutuo odio de los dos hombrecitos había llegado a tal punto que dejaron de lamer su tacón de aguja para golpearse. Primero, nuestra heroína observó la pelea con expectativa pero pronto se aburrió: ambos chiquitos eran demasiado débiles e insignificantes para hacerse daño de verdad. Por lo menos, Lady Spanker sabía que ella era capaz de lastimarlos mucho más con menos esfuerzo.

-¡Basta! -gritó, pálida de ira. -¿Qué creen que están haciendo???

Bruno, asustado, respondió con la boca seca: -S-sólo queríamos ver a q-quién le correspondía arrastrarse a sus p-pies, Mi Señora...

Lady Spanker lanzó una carcajada cruel.

-¿Así que YO soy su trofeo? ¡Qué divertido!

Con infinita violencia, la justiciera dejó caer su pie, aplastando a los dos enamorados contra el piso. Con precisión sobrenatural, su taco aguja se clavaba en el punto exacto donde los dos rostros de sus esclavos coincidían , para lastimar a ambos por igual. Luego, la hermosa Reina se incorporó en su interminable altura y colocó las manos en jarras.

-¡No me hagan reir, chiquitos! ¡Yo soy la Reina y la Dueña de todos los chiquitos del mundo! Ustedes son apenas mis juguetitos, ¿no lo sabían? Y por supuesto, ni siquiera pueden decidir si viven o mueren sin mi permiso; menos aún decidir quién va a ser mi esclavo.

Se ajustó los guantes, sin dirigirles la más mísera mirada, y suspiró con fastidio.

-Tienen suerte de que yo sea una mujer tan buena y bella y dominante y me queden tan bien estos guantes de cuero negro y brillante; no abusen de ello. Lo que voy a hacer ahora es mostrarles lo mucho que puedo abusar de ustedes y lo poco que me importan; tal vez en el camino los aniquile, pero por lo menos me amarán infinitamente más, así que su sufrimiento en el momento de su agonía será insoportable... Agradézcanmelo...