Sunday, June 15, 2008

El Orfanato de Lady Spanker (Capítulo 3)

Lady Spanker dejó pasar un par de días antes de volver a dirigirle la palabra al muchachito, para hacerlo sufrir un poco antes de someterlo al Infierno de su Dominación. Pero se ocupaba de provocarlo arreglándose para salir delante de él, como por casualidad, retocándose los labios o ajustándose los guantes mientras se dirigía a la puerta, sin mirarlo, haciendo sonar sus tacones contra el piso; o rozándolo como por accidente con su mano enguantada o su exquisito culo, dejándolo excitado y nervioso en mitad de sus quehaceres.
Un día, la bella Dominadora se presentó ante él, sinsiquiera dirigirle una mirada, colocó un cigarrillo en su larga boquilla de platino y chasqueó los dedos. Al instante, media docena de sus amorosos huerfanitos llegaron corriendo para darle fuego, y luego de exhalar una sexy bocanada de humo los despidió con un gesto displiscente. "Vos no, muñeco, quedate ahí", ordenó a su futura víctima. Como para romper el hielo, Lady Spanker le hizo notar al chiquillo cómo le obedecía el resto de sus compañeros y lo terriblemente dominados que los tenía, a lo que aquel no pudo sino asentir cona dmiración; luego, echándole una mirada pícara y altiva al mismo tienmpo, se ajustó sus guantes una vez más y fue al grano:
-He observado, mi chiquito, que miras mucho mis guantes... ¿Acaso te resultan atractivos?
La pregunta era una obviedad, ya que Bruno había sido el organizador del regalo colectivo junto a sus compañeritos. "A la Señora Spanker le gusta mucho usar guantes, y yo creo que le quedan muy bonitos", había sido su inocente argumento, sin saber que su regalo sería el instrumento de sus próximos sufrimientos.
-¡Oh-oh! ¡S-sí, señora! Le quedan muy lindos.
Lady Spanker sonrió casi enternecida, mirándose el dorso de la mano, y comprobando que por supuesto el muchachito tenía razón.
-Eres un cielo, mi amor. Ven, voy a darte un beso.
Rojo como un tomate e incrédulo de su suerte, el chiquillo acercó con mucha timidez la mejilla (no sin algo de miedo), y entonces Lady Spanker lo tomó con crueldad de la cabellera y procedió a darle un salvaje beso en la boca, casi violándolo con su lengua y mordiéndolo con voracidad, llenándolo de humo y lápiz labial, mientras con su otra mano le acariciaba desvergonzadamente el culo, apretando el nacimiento de sus testículos con su largo y felino dedo mayor, y frotándole al mismo tiempo su pecho con sus enormes senos. Con el sublime egoísmo que la caracterizaba, la exquisita Lady Spanker disfrutó sin el menor pudor de la voluptuosidad del beso, pero cuidando de que, sin dejar de excitar terriblemente al chico, este se sintiera lo bastante atemorizado como para que no fuera del todo placentero. En la concepción del mundo de la hermosa dominadora, el placer no era placer si aguien lo disfrutaba fuera de ella, la perfecta, altiva, malvada y única merecedora de la Felicidad.
Durante la larga sesión de arrumacos, Lady Spanker se permitiò tener tres orgasmos, cuando comenzò a aburrirse apartó al pobre chico tirando brutalmente de sus cabellos, mientras le echaba una mirada indiferente de reojo y aspiraba el humo de su boquilla... Y entonces vio una vez más la bestial erección de Bruno. Estallando en furia -lo que la volvía aún más increíblemente sexy- lo zamarreó sin piedad, mientras lo regañaba severamente:
-¿Otra vez excitado conmigo? ¿Con la mujer que te cuida amorosamente? ¿Casi tu mami??? -dijo, mientras le cruzaba la cara de una bofetada. El rostro del pequeño, surcado de lágrimas y miedo excitó tanto a la Justiciera en cuero que continuó abofeteándolo varias veces, riéndose de él con crueldad.
Luego, sin la menor explicación, apretóó al jovencito contra sus enormes y perfectos pechos y ronroneó:
-Creo que voy a tener que hacer algo para curarte de tu obsesiòn, mi pobre chiquito...
Entonces, sin soltar el pelo del chico -para recordarle su condición de prisionero- empezó a manosearle el bulto sensualmente con su mano enguantada. Mientras la excitación del pequeño, que no recordaba haber sido acariciado en esa forma en su corta y triste vida crecía a niveles insoportables. Lady Spanker se divertía enormemente al contemplar el efecto devastador que sus caricias producían en la mente, el cuerpo y el alma del muchachito, y continuó manoseándolo sin ninguna consideración ni pudor, pero cuidadno siempre de no dejarlo acabar mediante toques especiales en zonas del pene que ella conocìa al dedillo.
Luego de estas preliminares, que parecían llevar a la agonía al indefenso huerfanito, Lady Spanker susurró:
-Mmhhh, no creo que esté dando resultado. Veamos si puedo bajarte el cierre.
Se trataba de una sublime ironía de la bellísima mujer, a quien no le faltaba experiencia en la apertura de cierres, o bajado de pantalones de la infinidad de hombres que habían caído bajo su Dominio.

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