Monday, August 06, 2007

El nuevo dependiente de Furs in Venus


Lady Spanker cruzó sus interminables piernas, encendió un cigarrillo y , mientras se ajustaba sus largos guantes de cuero ,ordenó al gerente de la boutique que quería ser atendida por Santiago. El hombrecillo tragó saliva y , con la voz quebrada por el temor, explicó a la bellísima mujer que Santiago ya no estaba disponible.

Lady Spanker lo miró con frialdad, esperando una justificación. El hombrecito, aún más tembloroso, explicó que desde que ella se había encaprichado con el jovencito, èste se había ido deteriorando aceleradamente a cada visita. Además de las “cosas” que ella le hacía en la intimidad de los probadores, el muchacho caía en melancolías cada vez más profundas durante los lapsos en que la hermosa justiciera desaparecía; períodos en los que apenas comía, y se limitaba a mirar al vacío , añorándola, muerto de amor (Lady Spanker esbozó una cruel sonrisa, aunque sin experimentar demasiada sorpresa, y aspiró su boquilla voluptuosamente); por fin, había caído en un estado de animación suspendida; su último ruego había sido “poder serle útil a su Reina”. Por eso, habían transformado su cuerpo en el cómodo butacón.... donde Lady Spanker se sentaba ahora.

Lady Spanker , ahora sí gratamente sorprendida, se sintió más que satisfecha con el resultado de sus tormentos, y clavó uno de sus tacos en el bracito rígido de su ex amante, segura de que éste no se privaría , ni en su actual estado, de darle el regalo de su dolor. Con expresión gélida, mientras volvía a ajustarse los guantes, comunicó entonces al gerente que se retiraría de allí y no volvería jamás.

El gerente reaccionó rápidamente, rogándole que lo reconsiderara, y le explicó que había contratado a un nuevo dependiente que seguramente la complacería.

Lady Spanker perdió el aliento por un momento, ya que el gerente apareció con un muchacho de unos veinte años, pero que, por su inocente carita y su físico menudo, parecía tener doce... El gerente le aseguró que él la atendería a su entera satisfacción y se alejó nerviosamente.

El muchacho, algo temeroso, no se atrevía a acercarse demasiado, ya que había escuchado muchas historias sobre la compradora de pieles más frecuente de Furs in Venus. Lady Spanker le sonrió con ternura.

“Hola, chiquito... No me tengas miedo... Acércate..."

El muchachito avanzó un par de pasos, tímidamente, tratando de estar a una distancia prudencial, abrumado por la increíble belleza de su clienta, y sin atreverse a mirarla a los ojos tartamudeó algo maquinalmente: "¿Emn qué puedo servirla? Si lo desea, puedo enseñarle los nuevos modelos llegados directamente desde..." "Tch, tch, tch", lo interrumpió la hermosa mujer, colocándole su índice enguantado -cuyo solo contacto hizo acelerar el corazón del muchacho -sobre los labios. "Vas a hacer que me enfade", ronroneó con ternura.

"Considero este lugar algo más que una boutique, mi cielo. -continuó la justiciera en cuero tomando de la mano al jovencito. -"Es casi mi segundo hogar... Y los chiquitos que me atienden, como tú, son algo más que vendedores. No, son mis amigos... Así, que antes de mostrarme lo que tienes" -la hermosa mujer miró desenfadadamente el bulto del muchacho, que se encontraba rígido - "¿no vas a darle un beso a tu nueva amiga?"

El joven meditó un instante, pensando si era correcto entablar semejante familiaridad con una clienta tan importante. Luego se dispuso a darle un besito en la mejilla, pero antes de que sus labios se estiraran un milímetro, Lady Spanker lo rodeó con sus enguantados y largos brazos y l apretó contra sus voluptuosos senos, para besarlo húmedamente en la comisura de sus labios, dejándole un notorio manchón de rouge, mientras una de sus manos se deslizaba hasta el trasero del jovencito y lo acariciaba descaradamente, su dedo mayor hurgando su agujerito desprevenido.

El muchachito no tuvo tiempo de alarmarse ni protestar, ya que, apenas fue presa del abrazo de la bellísima y sexy señora, se sintió embriagado por el maravilloso perfume que emanaba de ella, mezcla de cuero, visón, humo de cigarrillo y maquillaje, perdiendo completamente el control y su conocimiento por unos segundos...

Cuando volvió en sí, se vio sentado sobre el regazo de Lady Spanker, que lo había colocado allí maternalmente, para cuidarlo mientras duraba su desvanecimiento y lo obsevaba con una mirada mezcla de dulzura y algo que no supo descifrar, pero que parecía... hambre.

El muchacho se sintió completamente avergonzado. Debido a su aspecto aniñado, toda su vida había luchado por parecer mayor, y el día en que conocía a la mujer más bella y seductora que había visto en su vida, ésta lo colocaba en una situación bochornosamente infantil. Intentó protestar y bajarse de allí. Sin embargo, se dio contra dos obstáculos. Uno, su voluntad, atrapada en la mirada increíblemente sensual y dominadora de la mujer, no le obedecía. Dos, Lady Spanker lo sostenía firmemente de uno de sus brazos, y no había duda de que cualquier intento de escape sería impedido por la fuerza superior de la bella señora.

"No te vayas, mi chiquito... Me enfadaría en serio... Y te aseguro que no te gustará...", le susurró al oído la mujer, con una mezcla de amoroso ruego y cruel amenaza. El muchachito no pudo sino obedecer, también con una mezcla de sensaciones: amor y miedo. El jovencito, completamente atrapado en las redes de Lady Spanker, no terminaba de asumir que ese era el correcto orden de las cosas; creyendo que aún debía rebelarse, o por lo menos no aceptar el completo dominio de la justiciera sobre él, se atrevió a preguntar: "¿Q-qué quiere de mí?"
La bella mujer lanzó una carcajada. "¿Acaso te parece que una mujer tan bella, rica y dominante como yo puedo querer algo de un chiquillo como tú?", y, clavando amorosamente sus uñas en el rostro del pequeño desobediente, lo regañó: "Creo que te estás pasando de insolente, ¿no te parece?". El chico asintió, avergonzado, sabiendo que su Reina tenía razón. En su infinita comprensión, Lady Spanker continuó explicándole: "La pregunta correcta, mi muñequito, es 'qué te voy a HACER'. Sin embargo", suspiro la señora, "Aún no he decidido TODO lo que voy a hacerte, aunque puedo asegurarte que será MUCHO, y que será de un divino deleite para mí... Pero voy a empezar", susurró sensualmente al oído de su chiquito, mientras su mano enguantada se deslizaba dentro de la bragueta del muchacho y comenzaba a acariciar maternalmente a lo largo de su aparato, visiblemente excitado, "por MANOSEARTE TODO. Después de todo, un chiquito tan lindo como tú no puede andar por ahí sin haber pasado por mis manos.... Mmmmhhhh..."
Los ojos del muchacho se pusieron en blanco ante el increíble placer que la mano de su clienta le brindaba... Y, lleno de ingratitud, recordó a su noviecita Marta, con quien estaba pensando en casarse. "Es qu-que... Señora... No sé si es c-correcto... Ya t-tengo novia..."
Lady Spanker miró por una décima de segundo con incredulidad a su pequeño prisionero. Y luego -sin dejar en ningún momento de jugar amorosamente con su pajarito -dijo, sobreactuando pena "¿Entonces... quieres decir que NO PODEMOS SER NOVIOS?" Lady Spanker se burlaba de los humos del pequeño, remedando la supuesta pena que la embargaba. "¡Oh! ¡Mi corazón está DESTROZADO! ¿Qué va a ser de mí ahora?", sollozó, con la boquilla en alto y un impostado rostro de tristeza. "Bu-bu-bu", fingió llorar puerilmente, comedia evidente para cualquiera que no estuviera bajo su hechizo, al tiempo que aprovechaba para excitar al chico con su boca sensual haciendo pucheritos...
El jovencito, sin advertir la ironía de su dueña y señora, enloquecido de placer y al mismo tiempo destrozado por haber "entristecido" a una mujer tan bella y sublime, estalló en llanto, suplicando su perdón, jurando que no volvería a ver a esa muchacha, que consagraría su vida a amar y servir a Lady Spanker y -sin advertir enteramente los alcances de lo que estaba prometiendo -que, si le servía de consuelo, estaba dispuesto a entregar a su amada a la voluptuosa justiciera para que "se desquitara con ella en la forma que ella considerara justo".
Lady Spanker se deleitó cruelmente con las lágrimas del muchachito, ya sin fingir ningún tipo de tristeza, fumando con increíble sensualidad mientras echaba una fría mirada de reojo al destrozado jovencito (actitud que excitó aún más al chico, a quien la altivez aristocrática con que lo trataba Lady Spanker lo llenaban de amor y admiración).
Cuando el muchacho terminó de derramar sus lágrimas y de entregar su conmovedora declaración de sumisión total, la bella dominadora se limitó a susurrarle con indiferencia, casi con fastidio, "Mmmhhh, O.K., gracias, eres un sol, chiquito", y luego, contradiciendo su apabullante frialdad, devoró la boca del chico con un beso asesino, manchándole medio rostro de rouge furioso, metiéndole la lengua en la garganta y clavándole sus dientes perfectos y crueles alrededor de la boca, mientras simultáneamente le dedicaba la caricia más insoportablemente excitante de su reperorio en la entrepierna, que palpitaba enloquecida.
El beso duró unos cinco minutos, durante los cuales Lady Spanker no se privó de nada, ni de hacer sangrar los alrededores de la boca de su joven prisionero a dentelladas ni de jugar con sus testículos hasta llevarlo a los límites de la locura.
Entonces el muchachito, loco de placer, su mente fuera de sí y también terriblemente asustado, soltó un gemidito de dolor. Este sonido, sumado al encantador sabor a ternerito mamón que Lady Spanker saboreó en la piel del chico, terminó de despertar su devoradora pasión...
Excitada y llena de furia lúbrica, la justiciera en cuero dejó desatar toda la violencia sexual de la que era capaz, algo que se permitía pocas veces, ya que de este modo conseguía que sus "chiquitos" e duraran demasiado poco como para disfrutarlos. Pero consideró que un muchachito tan tierno e indefenso bien valía ser exprimido a fondo, y además, ¿desde cuándo una mujer tan bella y distinguida como ella debía privarse de un capricho?
El espectáculo de Lady Spanker dando rienda suelta a su pasión es excitante y conmovedor, aunque puede ser algo fuerte para corazones débiles. Limitémonos a contar que, sin liberar al chico de la prisión de su regazo, se lanzó a apretárselo salvajemente (y, alardeando de su completa superioridad por sobre las leyes de los hombres, sin preocuparse en lo más mínimo por la integridad física ni psicológica de su víctima); besándolo, manoseándolo, mordiéndolo con furia, rayándole la piel a arañazos y a bofetadas, masturbándolo con violencia, llevándolo a un infierno de placer y sufrimiento simultáneos. Todo ello sin perder una pizca de glamour, paralizando al chico con sus las uñas cuando lo consideraba necesario, para retocarse el rouge, ajustarse los guantes o fumar con sensualidad.
Además del sensual y salvaje abuso físico al que sometía al muchachito, la exquisita Lady Spanker se deleitaba en atormentarlo diciéndole cosas como "Mmmh, te voy a comer... Y nadie va a impedírmelo, ¿sabes? Estás indefenso, en mis manos enguantadas, para que yo te haga lo que me plazca", "Esto es sólo el principio, mi chiquito... No imaginas las cosas que te voy a hacer cuando te lleve a mi casa...", "Espero que cumplas tu promesa de traerme a tu noviecita... Luego de mostrarle lo dominado que te tengo, voy a dedicarme a ella. Te aseguro que en pocos minutos me rogará ser mi sirvienta, y te entregará a mí en bandeja tal como lo hiciste tú... ¡Y pensar que creíste que me importaba que estuvieras con otra chica! ¡Qué DIVERTIDO!", "No puedo creer lo llorón que eres, mi chiquito, apenas te estoy haciendo nada... Creo que voy a ponerte una pollerita de nena y voy a pasearte por la calle, para que todos vean qué nenita llorona y obediente eres... ¿Qué te parece?", "Mmmmhhh, estos guantes ya tienen dos días de uso... Ya que soy tan buena contigo, me parece que deberías comprarme unos guantes nuevos... ¿Que no tienes dinero? ¿Acaso eso debería importarme chiquito? ¡Haz lo que se te ocurra! ¡Vende a tu mami a un traficante de esclavos, pero obedéceme! (ajustándoselos) ¿Acaso no me quedan bien? ¿Mmmmhhh? (Sonriendo, ante la promesa del muchachito) ¡Me parecía! Así me gusta, cariño..."
Entonces, la increíblemente hermosa mujer se detuvo. Algo no andaba bien. Bajó su vista y comprobó que el muchachito, en un increíble rapto de audacia, estaba tocando uno de sus senos con su manito de niño. Lady Spanker, excitada, rió por dentro preparándose para aleccionar a su chiquito, pero lo regañó con su voz más severa: "¿Pero quièn te has creìdo que eres? ¿Acaso te he dado permiso para tocarme?" El chico, tímidamente, retiró la mano, y asustado y conteniendo el llanto, le juró que no había sido adrede.
Lady Spanker se mostró dolorosamente distante y, encendiendo un cigarrillo, le explicó fríamente que, ya que nadie se había encargado de enseñarle buenos modales, era su responsabilidad hacerlo, y que si deseaba convertirse en un chico bueno y no seguir siendo malo y desobediente como hasta ahora, él debía hacer todo lo que ella exigiera. El chico, ya fuera de sí, replicó llorando que la obedecería en todo. "Entonces, lo primero que debes hacer es conseguirme un nuevo par de guantes."
El muchacho no se ateevió a decirle que no tenía dinero, así que bajó del regazo de Lady Spanker, gimiendo, y fue a buscar a su patrón. Le rogó, estallando en llanto, que le diera un par de guantes negros de cuero, largos por arriba del codo, y prometió que trabajaría horas extras durante todo un año para pagarlos. Por supuesto, la clase de guantes que merecía Lady Spanker requerirían mucho más esfuerzo que eso. El patrón, un buen hombre, estuvo tentado de regalarle los guantes, sabiendo el trance en el que se encontraba el chico; pero sabía lo importante que era para Lady Spanker -a quien amaba y obedecía por encima de todas las cosas -que los regalos de sus chiquitos fueran conseguidos a través de esfuerzos extenuantes; así que aceptó el trato, y le entregó el par de guantes más exquisito y caro de su stock, que por cierto ya tenía apartado desde hacía un par de horas.
Con el corazón emocionado, el muchachito volvió con el regalo para su Ama. Lady Spanker admiró los guantes sin echarle la más mínima mirada de gratitud a su chiquito. Luego, procedió a quitarse las joyas que adornaban su mano, y se quitó voluptuosamente los guantes que tenía puestos, que colocó con displiscencia sobre los hombros del chico. Luego, lentamente, jadeando excitada mientras observaba sus preciosos guantes nuevos, fue colocándoselos, pasando una media hora ajustándoselos, esforzándose especialmente en los plieguecitos alrededor de la muñeca, que refulgían como diamantes, con su esclavo completamente hipnotizado por el bellísimo y sensual espectáculo.
A continuación ofreció sus manos al chico para que volviera a colocarle sus anillos y brazaletes, mientras fumaba sensualmente y lo examinaba con los ojos entrecerrados. Cuando el chico terminó, observó el resultado satisfecha. "Perfecto, mi cielo. Ahora estoy lista para encargarme de ti."
Tomándolo violentamente de su cabellera, volvió a colocarlo sobre su regazo; luego, amordazó al chico con uno de sus guantes "viejos", apretándolo salvajemente. "No quiero que grites mucho, chiquito. Me da jaqueca" Y con el otro guante, le ató las manos a su espalda. Por supuesto, atar las ataduras eran sólo parte de la diversión de la exquisita mujer, ya que no había demasiadas posibilidades que uno de sus chiquitos intentara escaparse de ella...

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