Misión abortada (Capítulo 1)
La insignificante mujercita sollozó una vez más frente a Lady Spanker, que la escuchaba mientras se maquillaba voluptuosamente frente alespejo de su tocador.
-Por eso, Lady Spanker, le pido que salve a mi hijo... Sé que usted es una heroína, que protege a los indefensos... ¡Y mi hijo necesita ser salvado!
-Déjelo en mis manos... -susurró, aprovechando para contemplar sus deliciosas manos ceñidas en cuero negro- ¿Quién está haciéndole daño?
-Es una mujer malvada... Dicen que es muy hermosa, tanto que no hay hombre que pueda arrojarse a sus pies cuando la ve...
-Mmmmmhhh... - Lady Spanker no vio nada extraordinario en esa circunstancia.
-Debe ser una mujer muy perversa. Aparentemente sólo se viste en cuero negro, aunque también adora las pieles y los diamantes.
-Parece que tiene un gusto exquisito...
-Puede ser, pero es mala, egoísta y caprichosa. Mi hijo me ha contado que... ¡Le pega!
-¡Inconcebible! - Dijo nuestra heroína , mientras terminaba de corregir el lápiz de labios de su comisura con su dedito enguantado.
-Lo acuesta en sus rodillas, como si fuera un niñito, ¡y le da nalgadas! ¡Mi hijo tiene veintiséis años!
Lady Spanker colocó un cigarrillo en su boquilla, lo encendió y arrojó una bocanada de humo hacia el espejo, enamorada de su propia imagen.
-Existen mujeres capaces de hacer cosa con quienes las aman... Continúe...
-A veces le pega con sus manos, que cubre siempre con guantes de cuero negro; otras veces con una fusta, o una vara de mimbre... A veces lo hace para castigarlo, por cosas que ella considera faltas. El otro día le pegó porque él no le había comprado un par de zapatos! ¡Y él ni siquiera estaba enterado de que ella los quería! Lo peor... - la pobre mujer suspiró- lo peor es que tiene a mi hijo tan dominado que él le da la razón... Desde entonces gasta casi todo su dinero en regalos para esa... Esa...
-Por favor, no me gustan las groserías... Continúe.
-Pero casi siempre lo nalguea por gusto. Mi hijo me cuenta que ella ríe sin parar mientras lo hace.Lo cuenta como un rasgo encantador de una noviecita. Sólo que él no la llama noviecita, sino "Su Reina". También lo abofetea, a veces sin control, hasta dejarlo sin conocimiento. ¡O lo humilla, lo obliga a besarle los tacos de sus botas, que luego le clava en la cara! ¡Por favor, haga algo!
La mujer estalló en sollozos. La bondadosa Lady Spanker la abrazó y acarició su pelo casi maternalmente, e incluso acarició su trasero (se permitió hasta jugar unos segundos con su dedito entre las nalgas de la buena señora, que aunque se sintió algo inquieta - aunque no del todo desagradada - no pudo rehusarse a las cariñosas caricias de la Justiciera), tranquilizándola:
-Tranquila, mi chiquita... (Espero que no te moleste que te diga "mi chiquita", ¿mmmmhhh?. Es con afecto...) Yo me ocuparè de esa malvada mujer y si es necesario, ¡chass! le haré probar mi Nalgada Mortal!
Y ejemplificó su amenaza con un chirlo en el trasero de la pobre mujer, tal vez algo más fuerte de lo que esperaba; sin embargo, el alivio de saber que contaba con ella la hizo llorar de agradecimiento y arrojarse a sus pies. Tomó su mano enguantada y se la besó con adoración durante quince minutos, ceremonia que Lady Spanker contempló con una mirada altiva.
-Por favor, mi chiquita... Eso no hace falta... Ven aquí...
Lady Spanker sentó a su protegida sobre sus rodillas, como una niña (no resultaba extrña esta imagen teniendo en cuenta que poseía por lo menos el doble de estatura de la pobre señora) , y la abrazó para consolarla, acariciándola con pasión. La pobre señora no estaba segura de si esas caricias no serían un poco atrevidas. Tampoco estaba acostumbrada a unos besos tan vehementes - incluso no recordaba que su marido la hubiera besado de esa manera. Pero por algún motivo, fuera agradecimiento u otra cosa, no se sentía con fuerzas para poner un límite... (Continuará)
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