Monday, August 22, 2011

-Ven, mi amor, que quiero darte el beso de las buenas noches.

Me acerco al salón donde me espera mi Señora, con una mezcla de Adoración y Miedo; Adoración porque mi Ama es tan hermosa y distinguida que no merece menos, miedo porque no sé lo que puede hacerme. Aún tengo las marcas de las nalgadas que me dio la semana pasada, que no me permitieron sentarme durante tres días y que me lastimaron tanto que estuve toda la semana con fiebre. Todavía tengo un poco (37º), aunque poco a poco estoy sintiéndome mejor.

Estoy en calzoncillos blancos, lo único que mi Reina me permite usar cuando estamos en casa. Ella como siempre está maravillosa y preparada para salir, maquillada a la perfección, con un vestidito de cuero increíblemente escotado y sus largos guantes negros. Más temprano me ha dicho -con voz ronca e indiferente- que hoy tal vez no venga a dormir, cosa que me llena de celos, tristeza e inquietud pero desde luego sólo soy el chiquito que vive en su casa; no tengo derecho a quejarme y acepto mi lugar en Su Vida con humildad.

Está sentada en su sofá favorito. Me paro junto a ella, mirando hacia abajo como me ha explicado que debo hacer, tratando de no enloquecer al sentir su perfume a cuero, cigarrillo y rouge. Lanza una risilla y con su dedo enguantado eleva mi barbilla, para que mire su hermoso rostro. Como siempre, se me escapa el aliento al verla. Me sonríe seductoramente y hace una caída de ojos. El amor que siento por Ella es insoportable, lo mismo que el miedo. No entiendo qué quiere de mí. Entonces me da un largo beso, que empieza con sus labios húmedos y calientes contra los míos y termina con su lengua devoradora penetrando toda mi boca, y algunas dentelladas.

-Mmmmhhh... Qué divino que estás, mi amor.

Aspira el humo de su boquilla y me lo lanza a la cara. No puedo evitar toser, y Ella se ríe encantadoramente. Luego mira mi bulto.

-¡Oh! Mi amor, no pensé que tendría este efecto sobre ti. ¡Pobrecillo! No puedo dejarte así... ¿Qué tal si decides buscar una chica más joven y atractiva que yo? -dice, fingiendo celos. Ella sabe que el Dominio total que ejerce sobre mí no permitiría algo así... Y que no hay posibilidad de que salga de su departamento, donde me mantiene encerrado bajo llave. Y por supuesto, que no hay mujer en el mundo más atractiva que Ella.

Es sólo una excusa para abusar de mí y atormentarme, con lo que me enamora cada vez más. Sin ningún tipo de delicadeza, como si fuera de su propiedad, me toma del pelo e introduce su mano enguantada en mi calzoncillo, para manosearme mientras me mira con sus ojos entrecerrados y pintados, con expresión altiva e insolente, de puta vulgar y reina inalcanzable, disfrutando de mis gemidos y mi rostro de sufrimiento. Desde que soy su prisionero me ha entrenado para que bajo ningún concepto acabe sobre sus hermosos guantes, así que sus sesiones de masturbación son para mí una mezcla de placer y tormento infinitos.

Sus dedos felinos y enjoyados saben exactamente qué puntos tocar para llevarme a un infierno de excitación sin alivio. En sus manos me convierto en un muñeco sin voluntad. Por momentos adopta la pose más altiva e indiferente de la que es capaz, recordándome lo pequeño que soy a su lado; por momentos me echa miradas entre coquetas y burlonas, para hacerme sentir cuánto disfruta dominarme y lo poderosa que se siente. Y por momentos se deja llevar ella misma por la excitación, y ronronea y gime mientras se pasa la lengua por los labios pintados. Contemplo esta gama de expresiones totalmente paralizado de amor y doloroso placer.

Entonces me dejo llevar y no puedo evitar acariciar uno de sus bellísimos y turgentes senos. Su rostro se endurece y me clava una mirada llameante -aunque sin dejar de manosearme-, y comprendo el grave error que he cometido.

Me regaña por mi insolencia con toda la crueldad de la que es capaz. Intento no llorar, pero mis ojos se humedecen. Al ver mis lágrimas, húmeda y excitada, me devora la boca a besos, con las mejillas cubiertas de rubor debido a la furia, hasta dejarme casi sin aire. Luego continúa con sus retos y amenazas, que hacen que mi corazón salte del pecho. "¡Estoy MUY ENOJADA, chiquito!", me tortura, al tiempo que sus caricias me llevan al límite de mis fuerzas. Entonces, cuando ve que estoy a un paso de quebrarme completamente, suspira y me informa -con una sonrisa encantadora y arrogante, regodeándose en su sadismo- que para recordarme cuál es mi lugar deberá hacerme chas chas en la cola. Luego tiembla, intentando disimular, pero reconozco que ha tenido un orgasmo.

Yo también tiemblo, pero de miedo, y me deshago completamente en lágrimas, rogándole que me haga cualquier cosa, que me abofetee o me pisotee, pero que no me pegue en la cola. Mi memoria corporal revive el intenso dolor que he vivido las últimas semanas, aunque una parte mía desea fervorosamente sentir el latigazo de sus manos enguantadas. Mi pene, que se pone aún más grande y duro, no me permite disimularlo. Mi Reina fuma -con su más excitante cara de puta- sin mirarme, disfrutando de mis ruegos y paladeando lo que está por hacerme.

Entonces me dice cruelmente que no me comporte como un bebé, y colocándose la boquilla en los labios me da el chirlo más fuerte y doloroso que he sentido en mi vida. Por un momento la miro, shockeado, y comprendo que durante todas las nalgadas que me ha dado los ultimos meses mi Reina se ha estado conteniendo. Ella me mira con los ojos entrecerrados y un hoyuelo divino en su mejilla, que se produce al sonreir con la boquilla en los labios. Sabe que he comprendido el tormento que me espera. Su mano enguantada continúa manoseando mis testículos.

Horas después, me encuentro abrazado a sus botas. Lamo sus tacos mientras ella se contempla al espejo, retocando su maquillaje y ajustándose los guantes. Chasquea sus dedos y Tor (su mayordomo) le enciende un nuevo cigarrillo, que ella agradece acariciando su bulto. Se enfunda en su tapado de visón teñido de rojo, y ronronea de placer al verse tan hermosa. Con su taco me da a entender que está por salir, así que me apure en dejar sus tacos relucientes.

Yo ya no soy yo. Después de haber sufrido de esta sesión de chirlos a manos de la exquisita Lady Spanker, sólo soy una sensación de ardor que nace en mis nalgas y se irradia al resto de mi cuerpo. En mi cabeza se forman las imágenes de la infinidad de moretones que cubre mi cola y el resto de mi cuerpo, debido a los chirlos que se le escapaban por momento a mi Reina y sólo puedo poensar en ellos y en Ella, sumido en una vorágine de terror, vergüenza, dolor, sometimiento, Amor y placer, envuelto por el excitante perfume a cuero, cigarrillo y rosas del divino cuerpo de mi Dueña. En ningún momento dejó de masturbarme de mil modos insoportables y maravillosos, aunque sin permitirme alivio. Hoy no dormiré, excitado, intranquilo y con la respiración entrecortada, sollozando y deseando que Ella vuelva para hacer de mí lo que quiera.

Termino de lamer sus tacos y me aparto respetuosamente, de rodillas. Lady Spanker se da vuelta y clava su taco en mi cabeza, aplastándome con violencia contra el piso, y mientras termina de pintarse los labios triunfalmente susurra:

-Sos un chiquito insignificante y yo soy tu Reina inalcanzable, rica e increíblemente bella y sensual. Espero que te haya quedado claro, mi amor.

Se da vuelta y se aleja, contoneando sus magníficas nalgas hacia la puerta y con su boquilla en alto. Cuando llega a la puerta me mira de reojo, con una sonrisa llena de malicia.

-Pero... ¡¿No vas a abrirme la puerta?!

Se da vuelta y vuelve a regañarme, furiosa, y mientras me pisotea con furia toma su celular y -sin marcar ningún teléfono- dice "¡Lo siento, chiquito, no voy a poder ir! ¡Tengo que darle una lección al chiquito que tengo en mi casa! ¿Cómo? ¿Y por qué eso va a importarme? ¡Dile a tus invitados que nos casaremos otro día! (Suspiro de fastidio) Veo que más tarde también tendré que encargarme de ti... ¡Sí, chiquito! No llores porque no sirve de nada. Prepárate..." Corta el teléfono y sonríe, mientras vuelve a ajustarse los guantes. Se prepara para una larga, larga noche de placer.

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